Cuando era niña, la imagen del emprendedor (y lo pongo en masculino con motivo) era de un hombre serio, con traje, maletín, gafas de ver, muy ocupado y con chófer.
Con esa imagen crecí y nunca hubo nada que me hiciera cambiar de parecer.
Ya en la universidad, y tal vez por esa imagen creada en mi cabeza desde niña, rechacé por completo el hecho de emprender.
¿Para qué quería ser yo uno de esos hombres de corbata y muy serios?
¡Yo no era así!
Pero de repente, un amigo me dijo una manera de conseguir créditos gratis. Así que rauda y veloz me apunté.
Era una workshop sobre emprendimiento (si has estudiado económicas en la UB, sabes de qué hablo). Fui a pasar el rato y que me dieran los créditos. Me daba igual todo. Ese no era mi futuro.
Pero, una vez allí, conocí historias súper interesantes de emprendedores y empezó a cambiar mi visión sobre el montar un negocio.
Muchos no habían acabado la carrera y eso me motivó aún más (yo ya la odiaba “era lo que tocaba»).
Ahí pensé que no era mala idea emprender. Pero aún me faltaba más motivación.
No fue hasta años más tarde que descubrí mujeres emprendedoras muy increíbles. Con mucha fuerza, inteligencia, empatía y cada una con un estilo diferente para afrontar sus proyectos.
Eso me cambió la manera de ver las cosas.
Y aquí estoy ahora, escribiendo y llevando a cabo mi propio emprendimiento.
El 19 de noviembre es el día de la mujer emprendedora. Y como sé que la visión de emprender siempre ha sido muy masculina, quiero destacar la figura de mujeres sorprendentes que, sin pretenderlo, son la inspiración de otras muchas around the world.
Por eso quiero que te quedes con sus nombres, porque son grandes y nosotras obvio que podemos. ¿Había alguna duda?